jueves, 5 de abril de 2018


Dominicalito y otras

Para ser muy sincero, no me gustan las playas, son más de montaña pero al no encontrar donde ir y al ver que todos quieren ir a la playa, pues ahí voy.
Traigo a colación de que trabajé una temporada en un hotel de playa por el sector entre Uvita-Dominical, ahí y en ese tiempo, mis ratos libres los aprovechaba para ir a caminar y despejarme cerca del mar. Cada vez que tenía la oportunidad, me escondía en algunas de las mini playas cercas del hotel, pocas veces me iba hacia playa hermosa o más al sur, me gusta la buena compañía, pero al estar solo prefiero estar completamente desconectado, relajándome y admirando el paisaje.
Repito, no soy de estar en las playas, no es lo mío, no del todo. Mi playa favorita está en el sur de Costa Rica: Playa Arco. Es un sector bonito, que al parecer su único acceso es por el hotel La Cusinga Lodge, en parte es algo bueno: uno paga un costo de entrada, el carro queda seguro en el parqueo, se utilizan los senderos, y casi que uno se asegura que las personas que uno se va a topar son huéspedes del hotel o gente que hace las mismas que uno. Playa Arco no es la gran cosa la verdad, no es una playa tan larga, tampoco tan ancha, pero esa “soledad” es lo que me gusta, y se presta para estar tranquilo con las amistades o bien con la familia. Lo que más me gusta de esa playa, es que en marea baja se aprecian bien las rocas, una cascada y hasta una pequeña cueva, todo lo que uno necesita para explorar. Pero, es la más visitada de mi corta lista de playas que utilizaba mientras estaba trabajando por ahí. Igual queda plenamente recomendada, ya que las demás son muy pequeñas y únicamente para las personas un sentido de aventura muy distinto.

Mientras trabajé en Cuna del Ángel, exploré las playas cercanas obviamente en marea baja, es lo mejor, ya que hay chance de llegar hasta lugares que pocos han llegado, o darse un tour para repasar lo de la U.
Hay una playita, no sé si tendrá nombre o no, pero era la que más visitaba, saliendo del hotel hacia la izquierda, como tomando rumbo a Dominical, apenas terminaba de bajar, se metía uno otra vez a la izquierda, de ahí un caminillo de tierra llegaba a un área como de parqueo con un palo de manzana de agua y algunas palmeras, estando ahí hacia la derecha como a los 50 metros, hay una pequeña quebrada con una pocilla, si se sigue, y en marea baja, uno se puede adentrar hasta una punta rocosa, donde en pequeñas piscinas, se puede encontrar uno algunos peces, morenas, muchos cangrejos, erizos de mar y estrellas suaves, no son los típicos animales marinos que uno se espera encontrar, así de colores llamativos, pero eran suficientemente atractivos para uno apreciarlos, tomarles fotos e incluso tratar de tocarlos. -Ojo, no estoy induciendo a que se manipulen.-  hubo una ocasión que con unos compañeros del trabajo, Kira y Exon, nos fuimos a caminar en la tarde, era marea baja y esa caminata nos ayudó a relajarnos, salir de la rutina e incluso nos sirvió como terapia, ese día, esperando encontrar un pez globo como en otras ocasiones, gris o azul oscuro con manchas blancas, Kira encontró uno amarillo, pero un amarillo pollo-huevo encendido, nunca había visto uno así. Esa misma ocasión encontramos dos morenas pequeñas y obviamente muchos cangrejos y otros peces pequeños tanto azules como grises.
En otras ocasiones llegaba a la playita esa únicamente a acostarme, sin caminar más, aun en marea baja. Llegaba y me acomodaba entre un tronco y unas piedras, ahí bajo la sombra de un almendro, de a poco llegaba una tropa de monos carablanca, un Martín pescador y siempre volando sobre uno los pelicanos.
Nunca vi una ballena desde la playa, por más cuidado que le ponía, pero nada.

Otra vez, me fui a ver el atardecer con Exon y Carlos, pero no a la playa que antes mencionaba, sino que dentro o más bien frente al hotel hacia la izquierda, uno caminaba unos 150metros en el camino y se desviaba a la derecha, tomando un sendero un tanto empinado, la referencia son unas cajas verdes del ICE, de ahí se empieza a bajar hasta llegar a un punto donde se encuentra una banca de cemento, al frente una gran mole de piedra, palmeras y vegetación, a la izquierda un pequeñísimo sector de arena desde donde se observa al fondo playa hermosa, al otro lado de la banca mucha piedra y grandes rocas donde rompen las olas y al fondo: más piedra y peñascos pero es justo el sector por donde se observa mejor el sol meterse. Ahí pensé que para la próxima vez, bajaría a la otra playa y en marea baja cruzaría todo ese poco de roca hasta salir por acá y subir al hotel. Y esa subidita no es jugando si uno no tiene condición.

Llego el día, tenía la mañana libre, me desperté temprano, ya había revisado la tabla de mareas y coincidía con mi oportunidad de andar por allá, me alisté y me fui a andar. Llegué a la playa que creo no tiene nombre y en lugar de ir a mi habitual ruta de la derecha hacia la quebrada, me fui a la izquierda. No mucho caminé y encontré otra quebradilla, ésta muy empedrada, sin chance de hacer poza o algo, eso sí, llena de cangrejos, es fácil de cruzar para seguir caminando. Hay un sector de arena, más grande que la que uno ve apenas llega, luego ya se empiezan a topar las rocas grandes, casi que hay que escalarlas. Lo bueno es que en la mañana por esa parte pega muy poco el sol.  Por ahí se encuentra un primer “hueco” –llamémoslo así­- donde hay una caverna. Si uno sigue, y es lo que recomiendo, eso si con cuidado, uno se va a encontrar las típicas plataformas después de subir otro par de piedras, pero acá se hacen como piscinas naturales, un agua muy transparente, no tan profundo, fría por acción de la sombra y llena de animales, cuchisapos como les dice Kira, erizos, estrellas, cucarachas de mar, cangrejos y varios tipos de peces. Son tres piscinas en total, la última es la más grande y de ahí en el puro borde de la roca llegan a romper las olas. De esa piscina al puro borde del peñón, hay como un sendero, pareciera hecho para uno. 

Se camina tranquilo, se tiene una vista increíble de las islas que forman parte del Parque Nacional Marino Ballena, para atrás se ven otras puntas rocosas, playas pequeñas y escondidas y se ve el punto de partida. Hacia adelante algunas pequeñas áreas con agua y más adelante pareciera que ya no hay más por donde caminar.

Después de un rato, se llega a una parte que hay que bajar despacio, las piedras son como filosas. Desde donde termina el sendero e la piedra, se abre a la vista un espacio casi escondido y profundo, otro “hueco” como el anterior, pero obviamente éste es mucho más amplio. En medio de éste sector hay una pequeña caída de agua, no es la gran cosa, pero el sonido que hace el agua al caer es demasiado reconfortante. El espacio entre la caída del agua hasta donde se ve que llega la marea alta es bastante grande, pero ya en marea alta no se puede llegar hasta ahí, por eso ver y estar en ese lugar es como un premio a las pocas personas que se atreven a recorrer esos espacios. Siguiendo con la mirada hacia adelante, se ve dónde está la banca de concreto, desde donde el otro día vi el atardecer. Uno llega hasta donde está la banca y la sombra que lo recibe a uno lo invita a acostarse, no hay nadie más, aunque se sabe que ahí llegan varias personas por la cantidad de basura que dejan, hay días que hay basura, otros no tanta y otros se ve donde dejaron un balde y bolsas para cuando la recogen. Uno ayuda también a dejar mejor el lugar. Ya estando ahí me decidí que iba a seguir, pero viendo la hora era casi imposible, por lo cual esa otra parte a caminar me quedaba de tarea para otro día.

Estas son playas diminutas, poco atractivas y solitarias, perfectas para uno desconectarse.

Otro día, pensando en la tarea que me dejé, salí del hotel, no bajé directo hacia la banca, sino que salí por la carretera principal hacia Uvita, camine unos doscientos metros y me metí hacia la derecha, de ahí uno camina un poco, a la derecha del caminillo hay una casa abandonada, al fondo bajando un espacio como para dejar los carros, luego a la derecha un puente que conecta otro lote amplio, el camino muere ahí. El sector que se aprecia no tiene playa de arena, eso es pura piedra, pero el espacio se está cayendo para realizar eventos como una boda o un cumpleaños, nada más imagínense: es planito, abierto, con palmeras alrededor, nada mojado, el mar de fondo… yo no me quiero casar, pero ahí para quien sí es ideal. De ahí tomé ala derecha, por entre el montón de piedras, ese sector recibe las olas de manera directa, por eso se ve como barrido por el agua. Más adelante ya se ve la piedrota donde se está ubicada la banca. Caminando un poco más y con un ojo clínico, se observan conchas de caracol, siempre en pedazos pero que sirven de suvenir, hacia arriba en las ramas, se ven pelicanos y una que otra águila. Al terminar la parte de piedra se llega a la arena, ese sector medio amplio para descansar y la baca un poco más arriba.

Otro día regresé a donde sería un punto estupendo para que la gente se case, de ahí tome a la izquierda, no lo recomiendo, hay mucha más piedra que en otros lugares y se ve muy sucio y descuidado, es entre éstas playitas la más larga, con entradas desde la calle, pero nada bonito, ese día no fue un completo desperdicio, aprecié que no era un lugar para regresar.

Un día que salí temprano del trabajo, bajé a la playa de siempre a ver el atardecer, estaba casi a punto de ver el sol caer cobre el agua, lo malo es que empezó a llenarse de nubes y el plan se arruinó. Decidí que la próxima vez, tomaría la mañana para ir más allá de donde uno encuentra los peces globos.

El día llegó, salí temprano y sin detenerme baje, llegue a la playa y caminé, pase cerca de donde la vez anterior Kira encontró el pez amarillo y seguí caminando, se ve que se puede avanzar, pero es mucho por caminar, se llega a una parte donde el agua y las olas se meten fuerte aun en marea baja, hay que pasarlo con cuidado, luego se sube una gran roca para luego pensarlo bien por donde bajar, se baja, sí, pero casi que hay que bajarlo bien arrimado al borde, cuidado si lo intentan. De ahí hay que pegar un brinco para aterrizar en unas piedrillas y seguir caminando. Bordeando la costa, hay una pequeña playa de arena blanca, pero esa arena no llega a tocar el agua, sino que lo que se topa son grandes rocas. Por así decirlo es una playa privada, se ven unas cuantas casas y la entrada que da hacia la carretera principal. Uno deja atrás esa parte de la playa y sigue caminando, mi meta era llegar a Dominicalito. La cantidad de puntas, quebradas y miniplayas son incontables, hay muchas partes donde se hacen pequeñas piscinas donde se pueden encontrar animales marinos. La siguiente punta rocosa parece que tiene una especie de puerta de piedra, ya me imaginaba yo que de ahí se bajaba en gradas hasta la siguiente playita, pero no. Uno llega todo engañado, para darse cuenta que hay que bajar pegado a la pared otra vez, se puede bajar, no es difícil, pero tampoco fácil. De ahí ya uno va sintiendo que cada piedra duele a cada paso, y viendo el reloj, no lo iba a lograr, seguí caminando y caminando, ya el sol picaba bastante, el agua de mi botella iba por la mitad y me faltaba el regreso. Ya pensativo en eso, llegue hasta un sector de playa donde habían varios ranchitos –es increíble ver esos ranchitos, hechos con lo que se puede encontrar, la gente la pulsea bastante para tener un techo-. Pedí permiso para pasar por entre una propiedad y agarrar la carretera de regreso hacia el hotel. No logré llegar a Dominicalito.

Así pasaba los días que no viajaba a Pérez Zeledón, a San Vito o a San Ramón, andando en esas playitas solitarias, descubriendo cosas y a mí mismo, fue un momento de relajación y aunque no son playas tan atractivas, cada que puedo voy a regresar ahí.









Dominicalito, una playa bonita mal apreciada.

No soy de playa, eso le he dicho, pero Dominicalito tiene lo suyo. No es mi playa favorita.
Una vez me fui con unas amistades entre ellos Matías y su familia, a pasar el día en la playa, a Dominicalito exactamente. Hubo una ocasión que llegué solo con mi carro hasta donde el camino me lo permitía, no era tan feo el sitio, no duré ni 15 minutos y salí de ahí. La cuestión es que llegamos hasta donde me parqueé la vez anterior, bajamos todo y cerca de ahí nos instalamos. Al rato Matías y yo nos fuimos a caminar para ver que había más adelante –la verdad me sorprendió- encontramos áreas de playa amplia, limpias, con buena sombra, que parecían más a playas de Guanacaste, una entrada con acceso desde la carretera principal que cuesta encontrarla, pero que para lo próxima será usada, partes de palmeras enormes y en la pura punta, un tipo de piscina natural muy buena, después de la punta el mar estaba picado, antes de la punta, donde estábamos, era tranquilo, y la piscina el agua estaba tibia y casi transparente.

Dominicalito, lo feo, es el acceso principal, se ve sucio, pero a la derecha de ese acceso, se llega a una playa completamente distinta a la que se ve a la izquierda, son dos contrastes enormes, dos opciones que me hicieron cambiar de opinión hacia una playa a la que nunca le había encontrado el gusto.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario