Dominicalito y otras
Para
ser muy sincero, no me gustan las playas, son más de montaña pero al no
encontrar donde ir y al ver que todos quieren ir a la playa, pues ahí voy.
Traigo
a colación de que trabajé una temporada en un hotel de playa por el sector
entre Uvita-Dominical, ahí y en ese tiempo, mis ratos libres los aprovechaba
para ir a caminar y despejarme cerca del mar. Cada vez que tenía la
oportunidad, me escondía en algunas de las mini playas cercas del hotel, pocas
veces me iba hacia playa hermosa o más al sur, me gusta la buena compañía, pero
al estar solo prefiero estar completamente desconectado, relajándome y
admirando el paisaje.
Repito,
no soy de estar en las playas, no es lo mío, no del todo. Mi playa favorita
está en el sur de Costa Rica: Playa Arco. Es un sector bonito, que al parecer
su único acceso es por el hotel La Cusinga Lodge, en parte es algo bueno: uno
paga un costo de entrada, el carro queda seguro en el parqueo, se utilizan los
senderos, y casi que uno se asegura que las personas que uno se va a topar son
huéspedes del hotel o gente que hace las mismas que uno. Playa Arco no es la
gran cosa la verdad, no es una playa tan larga, tampoco tan ancha, pero esa
“soledad” es lo que me gusta, y se presta para estar tranquilo con las
amistades o bien con la familia. Lo que más me gusta de esa playa, es que en
marea baja se aprecian bien las rocas, una cascada y hasta una pequeña cueva,
todo lo que uno necesita para explorar. Pero, es la más visitada de mi corta lista
de playas que utilizaba mientras estaba trabajando por ahí. Igual queda
plenamente recomendada, ya que las demás son muy pequeñas y únicamente para las
personas un sentido de aventura muy distinto.
Mientras
trabajé en Cuna del Ángel, exploré las playas cercanas obviamente en marea
baja, es lo mejor, ya que hay chance de llegar hasta lugares que pocos han
llegado, o darse un tour para repasar lo de la U.
Hay
una playita, no sé si tendrá nombre o no, pero era la que más visitaba,
saliendo del hotel hacia la izquierda, como tomando rumbo a Dominical, apenas
terminaba de bajar, se metía uno otra vez a la izquierda, de ahí un caminillo
de tierra llegaba a un área como de parqueo con un palo de manzana de agua y
algunas palmeras, estando ahí hacia la derecha como a los 50 metros, hay una
pequeña quebrada con una pocilla, si se sigue, y en marea baja, uno se puede
adentrar hasta una punta rocosa, donde en pequeñas piscinas, se puede encontrar
uno algunos peces, morenas, muchos cangrejos, erizos de mar y estrellas suaves,
no son los típicos animales marinos que uno se espera encontrar, así de colores
llamativos, pero eran suficientemente atractivos para uno apreciarlos, tomarles
fotos e incluso tratar de tocarlos. -Ojo, no estoy induciendo a que se
manipulen.- hubo una ocasión que con
unos compañeros del trabajo, Kira y Exon, nos fuimos a caminar en la tarde, era
marea baja y esa caminata nos ayudó a relajarnos, salir de la rutina e incluso
nos sirvió como terapia, ese día, esperando encontrar un pez globo como en
otras ocasiones, gris o azul oscuro con manchas blancas, Kira encontró uno
amarillo, pero un amarillo pollo-huevo encendido, nunca había visto uno así. Esa
misma ocasión encontramos dos morenas pequeñas y obviamente muchos cangrejos y
otros peces pequeños tanto azules como grises.
En
otras ocasiones llegaba a la playita esa únicamente a acostarme, sin caminar
más, aun en marea baja. Llegaba y me acomodaba entre un tronco y unas piedras,
ahí bajo la sombra de un almendro, de a poco llegaba una tropa de monos
carablanca, un Martín pescador y siempre volando sobre uno los pelicanos.
Nunca
vi una ballena desde la playa, por más cuidado que le ponía, pero nada.
Otra
vez, me fui a ver el atardecer con Exon y Carlos, pero no a la playa que antes
mencionaba, sino que dentro o más bien frente al hotel hacia la izquierda, uno
caminaba unos 150metros en el camino y se desviaba a la derecha, tomando un
sendero un tanto empinado, la referencia son unas cajas verdes del ICE, de ahí
se empieza a bajar hasta llegar a un punto donde se encuentra una banca de
cemento, al frente una gran mole de piedra, palmeras y vegetación, a la
izquierda un pequeñísimo sector de arena desde donde se observa al fondo playa
hermosa, al otro lado de la banca mucha piedra y grandes rocas donde rompen las
olas y al fondo: más piedra y peñascos pero es justo el sector por donde se
observa mejor el sol meterse. Ahí pensé que para la próxima vez, bajaría a la
otra playa y en marea baja cruzaría todo ese poco de roca hasta salir por acá y
subir al hotel. Y esa subidita no es jugando si uno no tiene condición.
Llego
el día, tenía la mañana libre, me desperté temprano, ya había revisado la tabla
de mareas y coincidía con mi oportunidad de andar por allá, me alisté y me fui
a andar. Llegué a la playa que creo no tiene nombre y en lugar de ir a mi
habitual ruta de la derecha hacia la quebrada, me fui a la izquierda. No mucho
caminé y encontré otra quebradilla, ésta muy empedrada, sin chance de hacer poza
o algo, eso sí, llena de cangrejos, es fácil de cruzar para seguir caminando.
Hay un sector de arena, más grande que la que uno ve apenas llega, luego ya se
empiezan a topar las rocas grandes, casi que hay que escalarlas. Lo bueno es
que en la mañana por esa parte pega muy poco el sol. Por ahí se encuentra un primer “hueco” –llamémoslo
así- donde hay una caverna. Si uno sigue, y es lo que recomiendo, eso si con
cuidado, uno se va a encontrar las típicas plataformas después de subir otro
par de piedras, pero acá se hacen como piscinas naturales, un agua muy
transparente, no tan profundo, fría por acción de la sombra y llena de
animales, cuchisapos como les dice Kira, erizos, estrellas, cucarachas de mar,
cangrejos y varios tipos de peces. Son tres piscinas en total, la última es la
más grande y de ahí en el puro borde de la roca llegan a romper las olas. De
esa piscina al puro borde del peñón, hay como un sendero, pareciera hecho para
uno.
Se camina tranquilo, se tiene una vista increíble de las islas que forman
parte del Parque Nacional Marino Ballena, para atrás se ven otras puntas
rocosas, playas pequeñas y escondidas y se ve el punto de partida. Hacia
adelante algunas pequeñas áreas con agua y más adelante pareciera que ya no hay
más por donde caminar.
Después
de un rato, se llega a una parte que hay que bajar despacio, las piedras son
como filosas. Desde donde termina el sendero e la piedra, se abre a la vista un
espacio casi escondido y profundo, otro “hueco” como el anterior, pero
obviamente éste es mucho más amplio. En medio de éste sector hay una pequeña
caída de agua, no es la gran cosa, pero el sonido que hace el agua al caer es
demasiado reconfortante. El espacio entre la caída del agua hasta donde se ve
que llega la marea alta es bastante grande, pero ya en marea alta no se puede
llegar hasta ahí, por eso ver y estar en ese lugar es como un premio a las
pocas personas que se atreven a recorrer esos espacios. Siguiendo con la mirada
hacia adelante, se ve dónde está la banca de concreto, desde donde el otro día
vi el atardecer. Uno llega hasta donde está la banca y la sombra que lo recibe
a uno lo invita a acostarse, no hay nadie más, aunque se sabe que ahí llegan
varias personas por la cantidad de basura que dejan, hay días que hay basura,
otros no tanta y otros se ve donde dejaron un balde y bolsas para cuando la
recogen. Uno ayuda también a dejar mejor el lugar. Ya estando ahí me decidí que
iba a seguir, pero viendo la hora era casi imposible, por lo cual esa otra
parte a caminar me quedaba de tarea para otro día.
Estas
son playas diminutas, poco atractivas y solitarias, perfectas para uno
desconectarse.
Otro
día, pensando en la tarea que me dejé, salí del hotel, no bajé directo hacia la
banca, sino que salí por la carretera principal hacia Uvita, camine unos
doscientos metros y me metí hacia la derecha, de ahí uno camina un poco, a la
derecha del caminillo hay una casa abandonada, al fondo bajando un espacio como
para dejar los carros, luego a la derecha un puente que conecta otro lote
amplio, el camino muere ahí. El sector que se aprecia no tiene playa de arena,
eso es pura piedra, pero el espacio se está cayendo para realizar eventos como
una boda o un cumpleaños, nada más imagínense: es planito, abierto, con palmeras
alrededor, nada mojado, el mar de fondo… yo no me quiero casar, pero ahí para
quien sí es ideal. De ahí tomé ala derecha, por entre el montón de piedras, ese
sector recibe las olas de manera directa, por eso se ve como barrido por el
agua. Más adelante ya se ve la piedrota donde se está ubicada la banca.
Caminando un poco más y con un ojo clínico, se observan conchas de caracol,
siempre en pedazos pero que sirven de suvenir, hacia arriba en las ramas, se
ven pelicanos y una que otra águila. Al terminar la parte de piedra se llega a
la arena, ese sector medio amplio para descansar y la baca un poco más arriba.
Otro
día regresé a donde sería un punto estupendo para que la gente se case, de ahí
tome a la izquierda, no lo recomiendo, hay mucha más piedra que en otros
lugares y se ve muy sucio y descuidado, es entre éstas playitas la más larga,
con entradas desde la calle, pero nada bonito, ese día no fue un completo
desperdicio, aprecié que no era un lugar para regresar.
Un
día que salí temprano del trabajo, bajé a la playa de siempre a ver el atardecer,
estaba casi a punto de ver el sol caer cobre el agua, lo malo es que empezó a
llenarse de nubes y el plan se arruinó. Decidí que la próxima vez, tomaría la
mañana para ir más allá de donde uno encuentra los peces globos.
El
día llegó, salí temprano y sin detenerme baje, llegue a la playa y caminé, pase
cerca de donde la vez anterior Kira encontró el pez amarillo y seguí caminando,
se ve que se puede avanzar, pero es mucho por caminar, se llega a una parte
donde el agua y las olas se meten fuerte aun en marea baja, hay que pasarlo con
cuidado, luego se sube una gran roca para luego pensarlo bien por donde bajar,
se baja, sí, pero casi que hay que bajarlo bien arrimado al borde, cuidado si
lo intentan. De ahí hay que pegar un brinco para aterrizar en unas piedrillas y
seguir caminando. Bordeando la costa, hay una pequeña playa de arena blanca,
pero esa arena no llega a tocar el agua, sino que lo que se topa son grandes
rocas. Por así decirlo es una playa privada, se ven unas cuantas casas y la entrada
que da hacia la carretera principal. Uno deja atrás esa parte de la playa y
sigue caminando, mi meta era llegar a Dominicalito. La cantidad de puntas,
quebradas y miniplayas son incontables, hay muchas partes donde se hacen
pequeñas piscinas donde se pueden encontrar animales marinos. La siguiente
punta rocosa parece que tiene una especie de puerta de piedra, ya me imaginaba
yo que de ahí se bajaba en gradas hasta la siguiente playita, pero no. Uno
llega todo engañado, para darse cuenta que hay que bajar pegado a la pared otra
vez, se puede bajar, no es difícil, pero tampoco fácil. De ahí ya uno va sintiendo
que cada piedra duele a cada paso, y viendo el reloj, no lo iba a lograr, seguí
caminando y caminando, ya el sol picaba bastante, el agua de mi botella iba por
la mitad y me faltaba el regreso. Ya pensativo en eso, llegue hasta un sector
de playa donde habían varios ranchitos –es increíble ver esos ranchitos, hechos
con lo que se puede encontrar, la gente la pulsea bastante para tener un
techo-. Pedí permiso para pasar por entre una propiedad y agarrar la carretera
de regreso hacia el hotel. No logré llegar a Dominicalito.
Así
pasaba los días que no viajaba a Pérez Zeledón, a San Vito o a San Ramón,
andando en esas playitas solitarias, descubriendo cosas y a mí mismo, fue un
momento de relajación y aunque no son playas tan atractivas, cada que puedo voy
a regresar ahí.
Dominicalito,
una playa bonita mal apreciada.
No
soy de playa, eso le he dicho, pero Dominicalito tiene lo suyo. No es mi playa
favorita.
Una
vez me fui con unas amistades entre ellos Matías y su familia, a pasar el día
en la playa, a Dominicalito exactamente. Hubo una ocasión que llegué solo con
mi carro hasta donde el camino me lo permitía, no era tan feo el sitio, no duré
ni 15 minutos y salí de ahí. La cuestión es que llegamos hasta donde me parqueé
la vez anterior, bajamos todo y cerca de ahí nos instalamos. Al rato Matías y
yo nos fuimos a caminar para ver que había más adelante –la verdad me
sorprendió- encontramos áreas de playa amplia, limpias, con buena sombra, que
parecían más a playas de Guanacaste, una entrada con acceso desde la carretera
principal que cuesta encontrarla, pero que para lo próxima será usada, partes
de palmeras enormes y en la pura punta, un tipo de piscina natural muy buena,
después de la punta el mar estaba picado, antes de la punta, donde estábamos,
era tranquilo, y la piscina el agua estaba tibia y casi transparente.
Dominicalito,
lo feo, es el acceso principal, se ve sucio, pero a la derecha de ese acceso,
se llega a una playa completamente distinta a la que se ve a la izquierda, son
dos contrastes enormes, dos opciones que me hicieron cambiar de opinión hacia
una playa a la que nunca le había encontrado el gusto.